Tercera Sesión: Peñalosa
Hola de nuevo,
En esta tercera sesión seguiremos el cauce del río "Errumblar" para llegar hasta Peñalosa, un poblado argárico con 4000 años de antigüedad. Si la semana pasada nos centrábamos en la geología, esta sesión, además de la geología veremos algo de flora relacionada con el entorno actual y sus cambios con respecto al periodo de la historia que vamos a visitar.
Quedamos en el aparcamiento que hay en la entrada del pueblo por la carretera que nos lleva a la localidad vecina de Bailén. Desde ahí, tomamos el camino que baja por la mal llamada "cueva de la mona" Digo mal llamada porque en realidad esa que "alberga un importante tesoro de cuando los moros tuvieron que huir del castillo" es, en realidad, la "cueva de la niña bonita", porque en una de las excavaciones que hubo en el castillo, una bellísima mujer, hermana de dos personajillos de moral distraída y pocas ganas de doblar la raspa, engatusó a un ingeniero con la historia que acabamos de relatar para que excavara, con la ayuda de los dos elementos, dicha cueva en busca de riqueza fácil. Hacemos un ejercicio de imaginación y en un vistazo sustituimos el mar de olivos que hay actualmente por un arroyo, que se hace una charca en un pequeño hoyo que dibuja el terreno. Hoy, los locales, le llamamos "los charcones" Un poco más adelante, vemos otro corte de la capa terrestre dejando al descubierto primero pizarra y después, arcilla, a medida que vamos descendiendo.
Cruzamos la carretera y tomamos el camino medieval, tal vez también de origen romano, que era antaño la entrada al pueblo. Ahí llegamos hasta los "charcones" Nos abrazamos a unos eucaliptos que datan de cientos de años atrás y ya nos encaminamos, por el otro lado del río, hacia Peñalosa. Ahora, nos damos cuenta de una manera más clara desde fuera de cuando cambia el terreno de pizarra a arcilla. También caemos en la cuenta que hemos pasado de ser acompañados por olivos a hacerlo por cantueso, retama, jara pringosa, tomillo, romero y alguna chaparrera. Pasamos por la fuente "Cayetana", una fuente de origen romano. De ahí hasta Peñalosa, donde tras conseguir llegar, recargamos nuestros depósitos de energía con la merienda y antes de volver a la carga un jueguecillo: "Mamá y papá han venido" Es un juego de pillar, en el que un niño o niña se queda con alguien que hace de madre y evita que vea a los demás. El resto se colocan detrás y se les asigna el nombre de un alimento sin que lo sepa el niño que se la queda. Después llega la retahíla:
Dice la madre: ¡Mamá y papá han venido!
Contestan todos: ¿Y qué han traído?
Ahora elige la madre: ¡Han traído...! y dirá un alimento de los asignados a cada jugador.
Entonces, el niño o niña que lleve ese alimento ha de pellizcar al que se la queda y el que se la queda tiene que pillar, utilizando su ingenio, al niño que le haya pellizcado.
Después vemos el poblado. Pertenece a la cultura del Argar (s. II a.C.) que se expandía por Alicante, Murcia, Almería y parte de Jaén y Granada. Esta cultura muestra algunos cambios con respecto al Neolítico. Por citar algunos de los más destacados, ahora, la gente del Argar, tras tener cubiertas sus necesidades básicas, muestran más interés por la cultura material. Explotan la minería y quieren adornar sus cuerpos, tienen un recipiente para cada cosa... Otra de las cosas que más nos llamaba la atención es que los enterramientos tenían lugar dentro de las viviendas y lo hacían preparando a los difuntos para un viaje, con lo que creían que iban a necesitar. Su urbanismo era más complejo, aterrazaban el terreno para construir viviendas. Sus casas tenían forma ovalada o rectangular, con varias dependencias o habitaciones y cada habitación era para una cosa: dormir, cocinar, trabajar el metal... y tenían mobiliario de madera. Los suelos eran preparados con arcilla para que fuesen planos y las techumbres, eran de ramas, cubiertas con arcilla y con pizarras a modo de tejas, para que el agua no calara. ¡Ahora entendemos para qué sirve cada piedra de las que estudiamos en la sesión anterior! Bueno, todavía nos queda el granito, con el que hacían molinos; la arenisca, con la que hacían moldes para la metalurgia y; el sílex, con el que fabricaban hoces, por ejemplo. También trabajaban la cerámica, cociendo la arcilla en hoyos excavados en la tierra con hogueras por encima y las utilizaban para conservar alimentos. Y es que se ubicaban en un valle bajo y fértil, donde cultivan cereales, habas... y criaban algunos animales domésticos que consumen como alimento como cerdos, cabras, ovejas o caballos. El entorno estaba muy cambiado. Sabemos que tapaban sus vasijas con corcho extraído de los alcornoques que abundaban por la zona. Sí que había jaras, lentiscos, retamas, acebuches... como actualmente los hay en Sierra Morena, que es donde estamos.
Volviendo al poblado, sabemos que lo que decíamos del ataque y la defensa vuelve a cobrar sentido. Estamos en una acrópolis fortificada, de carácter defensivo, ubicada en una ladera para facilitar la defensa. Sus calles eran laberínticas, abajo preparan una cisterna de agua para almacenaje. Levantando, ya por último y desde la parte más alta del poblado, la vista, y dibujando en el suelo el mapa del valle del Rumblar, entendemos la ubicación del fortín de las Migaldías y del poblado de Peñalosa.
De vuelta al pueblo nos guardamos una sorpresa. Justo en la subida que nos lleva hasta el aparcamiento, somos capaces de reconocer restos de cerámica argárica que aparecen tras las lluvias de estos días. Ahora, cada uno con su recuerdo prehistórico, ¡nos despedimos hasta la semana que viene!
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